La sonrisa de un instante es a veces la compensación de muchos años. La sonrisa acaricia, retiene, perdona, habla. Es como depositar una promesa en los que sufren y un tono alegre en los que cantan. La actitud más empecinada se ablanda con ese gesto amistoso de donación.
De ti puede brotar ese don, ese gesto que redime, ese ángel que acaricia. Bajo tu sonrisa podrán salvarse muchos de los que pasan desesperados, y curarse muchos de los que pasan enfermos. Bajo tu sonrisa se detendrán los viajeros, atraídos por ese pedacito de Dios que irradia tu expresión. La sonrisa se inventó para el milagro. Para el milagro ese que, de pasada, podemos hacer todos los días…
Zenaida Bacardí de Argamasilla