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The Mom Club

Mamás!!!  Muchas felicidades para todas ustedes en todas sus representaciones y sabores.  Nos unen tantas similitudes como diferencias en este camino tan pesado y tan maravilloso que es la maternidad.  Por eso quiero compartir con ustedes este texto que escribí junto con otras maravillosas mamás que habla de las vivencias tan escabrosas vista de una manera cómica porque no nos queda de otra…

Las invito a leer todas las historias en la revista bbmundo de Mayo =)

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Cuando me dejo de importar…

Quiero contarles una historia que a casi nadie se la he dicho y que muy pocos saben pero cuando nació Martina hace dos años me diagnosticaron con una enfermedad crónica llamada “culpa”, (falta o delito que comete una persona de forma voluntaria).  Estaba desesperada pero hace unos meses empece a ver la luz y descubrí la cura.  Les quiero platicar como la encontré porque se que muchas de nosotras padecemos lo mismo.

La culpa me empezó a atacar cada vez que sentía la necesidad de salir corriendo de mi casa.  Eso de no dormir, tener kilos de más, sentir que eres una vaca cada 3 horas y andar con la misma pijama toda la semana me estaba ganando.   Qué paso con esa mujer fuerte, trabajadora, saludable, dueña de su tiempo?  A dónde se fue?

Y eso no es lo peor, lo peor es cuando sales con tu bebé y hay que pedir perdón por todo; que si le vas a dar pecho en un restaurante y te echan miradas los de junto o los de tu misma mesa, que si se le salió la popo por las orejas, que ya aventó el pollo al piso, tiro la leche, hizo un berrinche y ahí te acuerdas que estas enferma de culpa!

Un día salió el tema con más mamás y una de ellas me receto las mejores pastillas para mi enfermedad:  sin efectos secundarios, naturales, orgánicas, saludables, no engordan y puedes tomar todas las que quieras y cuando quieras.  Mamás se las recomiendo, se llaman pastillas de “valemadrina”.

La primera vez que me hicieron efecto fue en un aeropuerto en Estados Unidos cuando Martina empezó a hacer un berrinche tremendo porque no se quería poner su sweater y no solo azotaba su cabeza contra el suelo si no que se empezó a quitar la ropa! Antes hubiera corrido a cargarla muerta de la pena, justificándome con todos los desconocidos y ahora simplemente la voltee a ver y le dije en un tono de ultratumba: ¡Te vistes en este momento y cuando acabes tu y yo nos vemos en el pasillo!  Obvio la gente de alrededor no podía parar de echarme ojos de eres la peor mamá del mundo por que ni se vistió ni me fue a buscar al pasillo y hasta pensé que algún gringo me podría demandar por tener una hija exhibicionista, pero saben cuanto me importo? NADA, ya no sentía culpa y no tenía que pedir perdón por estar educando, comper.

Esto no solo me paso con los berrinches si no en todas las situaciones.  Me dejo de importar el no estar presentable en las mañanas ni los fines de semana, el tener kilos de mas, el no ir al antro de moda o a la comida de los viernes o el convertirme en lo que siempre había criticado de otras mujeres como las que va pintándose en el coche con sus tubos o la mamá que vive en leggings de ejercicio y chongo o la que trae el coche echo un asco, ahora esa era yo y no por descuido si no porque cuando eres mamá tu tiempo se reduce como no tienen idea y hay que saberlo ahorrar.

También me dejo de importar cuando en el avión te hacen ojos de te quiero matar si no callas a tu monstruo y lo mejor en estas situaciones es tomarte tu pastilla y voltearlos a ver con una cara de “como me ves te verás” .  Ahí fue cuando empece a disfrutar la maternidad al máximo y me di cuenta de que la mujer que yo era ya no existía si no que me había transformado en “mamá” y las mamás no nacen, se hacen cuando nacen sus hijos.

Me dejo de importar mi ego y me empezó a importar más esa personita que había nacido de mi, nos habíamos vuelto un combo, un dos por uno.   Así que aquí estamos en este gran camino de la maternidad y soy muy feliz porque mi stock de pastillas de valemadrina es interminable y cada vez siento menos culpa.

Espero que a las que se encuentran en esta situación también les deje de importar lo que poca importancia tiene y empiecen a disfrutar de cada situación buena o mala con sus hijos.  En unos años nos estaremos riéndonos de nosotras mismas y nos daremos cuenta que ya no necesitamos ese frasco de pastillas y que podremos pasárselas a las nuevas generaciones.

No me lo tomen a mal, por supuesto que la valemadrina no significa que no te importen tus hijos, lo que hagan o dejen de hacer, significa que somos lo bastante inteligentes para pelear nuestras batallas con ellos y con los demás, que se vale equivocarse, gritar, desesperarse, llorar con ellos, crecer y aprender con ellos y que una mamá feliz se traduce en un bebé feliz.

1 comentario

  1. Hace muuucho que no te leía, nuestras enanas son más o menos de la misma edad (creo) qué risa, qué cierto! Yo en lo personal estuve en valemadrina reforzada durante el embarazo, estaba orgullosísima de mi «paz» (en plan «no oigo-no oigo soy de palo», o algo se me cae al suelo y no me aviento a recogerlo, misma actitud con tooodo en la vida) pero luego ya no! Y es que sí! Todo lo q dices: sí! Rápidamente todo puede convertirse en «demasiado», mejor 2 al día de valemadrina 😉

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