Es la cargadora de todas las espinas de la casa. Es la cultivadora de todas las rosas de los hijos. Es la perdonadora de todas las fallas de la familia. Es la sostenedora de todos los dolores del camino. Es la alondra que desde el alero de su ventana va ayudando a vivir, impulsando a caminar y enseñando a sufrir.
La madre canta en tu alero, sueña en tu almohada, llora en tus ojos ¡y ama en tu corazón!
La madre navega en tus olas, muere en tu playa y se esconde en tu cielo.
La madre no aprendió a amarte, ¡te amaba desde antes de nacer!
Por eso el hijo y la madre tienen la misma savia, son de la misma pulpa, se abonan en la misma tierra y se filtran con la misma luz.
Zenaida Bacardí